El campeón interpretó bien el juego millonario y logró controlar a sus atacantes más peligrosos. El DT Gustavo Costas sigue invicto en los enfrentamientos ante los azules. El bombillo mantiene el primer lugar en la tabla de posiciones. Hubo tres jugadas que pudieron ser decisivas en el marcador. La primera la protagonizó Marcos Caicedo antes de que se cumpliera el minuto de juego, la segunda fue al minuto 22 y estuvo en los pies de Marcos Mondaini, y la tercera, quizá la más clara, tuvo como actor principal a Giovanni Nazareno.

El campeón interpretó bien el juego millonario y logró controlar a sus atacantes más peligrosos. El DT Gustavo Costas sigue invicto en los enfrentamientos ante los azules. El bombillo mantiene el primer lugar en la tabla de posiciones.
Hubo tres jugadas que pudieron
ser decisivas en el marcador. La primera la protagonizó Marcos Caicedo antes de que se cumpliera el minuto de juego, la segunda fue al minuto 22 y estuvo en los pies de Marcos Mondaini, y la tercera, quizá la más clara, tuvo como actor principal a Giovanni Nazareno.Hubo tres jugadas que pudieron
Fue eso y nada más. El Clásico del Astillero que jugaron anoche Emelec y Barcelona, y que terminó empatado 0-0, generó más expectativas que jugadas de riesgo, más tensión que celebraciones. Pese al resultado, los eléctricos se mantienen en el primer lugar de la tabla de posiciones del Campeonato Nacional con 28 puntos y aún tiene un partido pendiente ante el Independiente del Valle.
Si se tratara de remitirse a los números fríos, podría interpretarse que el empate le favorece relativamente más a Barcelona. ¿Por qué? Pues un punto no le viene mal en su afán de escalar posiciones en el tablero. Por lo pronto, podría anticiparse que la primera etapa ya está perdida para los canarios.
Algo que puede servir como consuelo para los barcelonistas es que su técnico, el argentino Gustavo Costas, sigue invicto en clásicos, y Emelec no logra ganarles en el estadio Capwell desde el 2010, cuando el entrenador era Jorge Sampaoli.
A Emelec un triunfo le habría ayudado a consolidarse aún más en la punta y aumentar la ventaja que le lleva a su inmediato seguidor, Liga de Quito. Aquello lo confirmó el capitán Pedro Quiñónez. “Nos vamos con mucha bronca. Estos tres puntos nos hubieran ayudado a empezar a marcar el camino rumbo a la final del torneo”, dijo el jugador, fundamental en el medio campo “millonario”.
Más que un espectáculo para el deleite, el Clásico de anoche fue una demostración de cómo un partido puede tornarse “duro y apretado” cuando los equipos concentran su juego en la media cancha. Fue además un despliegue de estrategias. Costas leyó e interpretó bien el juego de su rival no solo durante el partido, sino también antes de él.
Contrario a como había alineado en cotejos anteriores, Costas dispuso que Pedro Pablo Velasco y Juan Carlos Paredes marcaran de manera escalonada a Marcos Caicedo. La habilidad del delantero eléctrico en jugadas mano a mano los obligó a hacerlo. Y la estrategia dio resultados. El joven atacante millonario no pudo mostrar su mejor juego ni desbordar constantemente por la banda izquierda, como habitualmente lo hace.
La orden de Costas fue clara: anticiparse a la jugada e impedirle que trasladara la pelota por más de diez metros. Paredes y Velasco cumplieron, aunque con algunas desconcentraciones. Pero mientras a Barcelona le daba resultado su planteamiento, al técnico de Emelec, Gustavo Quinteros, Carlos Enrique Vera, el juvenil marcador izquierdo, le provocó más de un dolor de cabeza. Sus constantes desaciertos en la marca obligaron al estratega a sacarlo de la cancha para incluir a Eddy Corozo.
Pero al tiempo que Quinteros fortaleció su defensa por los costados, en el centro sufrió la baja de José Luis Quiñónez. El jugador recibió un golpe en su rodilla derecha después de un córner que lo obligó a salir de la cancha. Los médicos le aplicaron hielo inmediatamente después de que salió del campo de juego y hoy será sometido a análisis para tener un diagnóstico definitivo. Anoche, los médicos del club anticiparon que se trataba solo de un golpe.
El Telégrafo
COMENTARIOS